(Ellos cogĆan, mientras creĆan que yo dormĆa…)
Eran gritos memorables, sĆ, eran los gemidos de mi mujer… ¿Pero cómo era posible que gritara de esa manera…? Mi mujer, era su voz… y se escuchaba hasta la puerta de mi casa, donde yo acababa de llegar, el rechine de la cama… de mi cama… de la cama de mi esposa y yo, aquella que comprĆ© cuando nos casamos hace 10 aƱos.
Subà corriendo por las escaleras y me detuve en el umbral de mi recamara, la puerta estaba media abierta y los gritos se intensificaron aún mÔs. Lo que vi a continuación me dejó petrificado, casi a punto del colapso.
Mi mujer estaba a cuatro patas arriba de nuestra cama mirando hacia la ventana, yo pude ver el perfil de su rostro sudoroso, desnuda, sus pechos voluptuosos y redondos, con sus pezones largos y oscuros (producto de amamantar a nuestro hijo durante tres aƱos, ahora Ć©l tenĆa 4 aƱos y no me explicaba dónde estaba) se sacudĆan de adelante hacia atrĆ”s, su cabello pelirrojo lo habĆa sujetado en la nuca, y sus grandes caderas estaban siendo sujetadas por un par de manos largas…
Y Ć©l… Era IvĆ”n…. ¿¡Cómo era posible!? Mi mejor amigo se estaba cogiendo sin ningĆŗn tapujo a mi mujer… el tipo al que conocĆa desde que Ć©ramos niƱos… el que me habĆa bajado a todas mis novias, el que siempre de niƱo me humillaba y se burlaba de mĆ por ser de menor estatura que Ć©l y un poco mĆ”s rellenito… pero que aĆŗn asĆ se decĆa ser mi mejor amigo… ¡El que ahora se cogĆa a mi mujer!
¡Se estaba cogiendo a mi mujer…! Una hermosa mujer de tez blanca, un poco rellenita, pero resaltĆ”ndole sus enormes senos y unas nalgas de triunfo.
Ella tenĆa 33 aƱos, y mi amigo y yo tenĆamos 35…
IvĆ”n (mujeriego, pero sin ningĆŗn compromiso) era alto, de tez morena pero bien dotado… y al referirme dotado, me refiero a todo, era instructor en un gimnasio, y su cuerpo era grande, con pectorales anchos como sus brazos, y yo a su lado parecĆa un pobre lagartijo. Era apuesto, claro, y mi mujer, mi bella pelirroja era preciosa tambiĆ©n, sobre todo cuando su mirada coqueta, mostrando sus ojos color miel se posaba en cualquier sujeto.
Los veintiĆŗn centĆmetros de arma de IvĆ”n (el alguna vez, cuando me confesó que se habĆa cogido a mi Ćŗltima novia, antes de mi mujer, me dijo que su verga le medĆa 21 cm) se clavaban en la concha de Sandra con una rapidez inimaginable… ninguno de los dos se percató de mi presencia, estaban ardiendo en pasión. Ni si quiera me miraron cuando IvĆ”n volteó a Sandra y la colocó de manera (misionera) y ambos comenzaron a besarse como un par de reciĆ©n casados…
¿QuĆ© diablos era toda esa escena? ¿Por quĆ© no los descubrĆa y despotricaba contra ellos? ¿Por quĆ© esa fiebre que de pronto entró en mi pecho mientras ambos follaban salvajemente, no tenĆa nada que ver con coraje, sino con excitación? ¿Por quĆ© de pronto mi pene se me puso duro?
RetrocedĆ en lugar de entrar, y me escondĆ detrĆ”s de la puerta… repentinamente con mi pene erecto, mientras yo me lo acariciaba por arriba del pantalón.
—Dame mĆ”s, papi, dame mĆ”s… ahhhhhh… siiii, papi, cógeme, cógeme—gritaba mi mujer sin inhibición.
—¡PĆdemelo mĆ”s, putita… suplĆcame que te siga bombeando, que te siga clavando mi pistola… perrita. ahhhh!
Las cogidas fueron aĆŗn mĆ”s fuertes. Ambos comenzaron a gritar de placer y la cama rechinaba aĆŗn con mĆ”s fuerza, y pese lo humillado que me sentĆa, a la vez no podĆa dejar de sentirme excitado.
—¿Dónde quieres mi leche caliente? —le preguntó IvĆ”n con voz casi ronca del placer—¿En tu cuevita?
—En mi boca, mi amor, sĆ”cate el condón y dĆ”melo en mi boca, no vaya a quedar embarazada y …
IvÔn soltó una carcajada.
—Tu maridito se pondrĆa contento si supiera que tendrĆa otro hijo…jajajaj, claro, que Ć©ste sĆ llevarĆa mi sello.
Sandra rió tambiĆ©n entre un par de gemidos. IvĆ”n se sacó su enorme verga de la vagina de mi esposa y luego quitĆ”ndose el condón, Sandra se llevó la verga de su macho a la boca, saboreĆ”ndola con la punta de la lengua cual si fuera un helado, IvĆ”n parecĆa que explotarĆa, tomó a Sandra de la cabeza y la convirtió en una sumisa mamadora.
—¡Dame tu leche papi, antes de que llegue Roberto!
—¡Jajajaja! No te preocupes por tu cabrón pelele, el muy imbĆ©cil debe de estar de limpia botas con su jefe… ya sabes, me contó que le pidió un aumento, (que para cumplir tus caprichitos) y el jefe le dijo que si querĆa mĆ”s dinero, tenĆa que trabajar horas extras… apuesto a que el pendejo de mi “Amiguito” estarĆ” mĆ”s horas fuera de tu casa, mamacita, pero no te apures, que mientras Ć©l trabaja, yo te cojo… ahhhh!!!!
Un chorro de lĆquido espeso golpeó el rostro de mi mujer al tiempo que IvĆ”n pegaba un grito ahogado…
—¡ChĆŗpame el pito, puta, chĆŗpamelo! ¡aaaah! ¡MĆ”mameeee!
Desconcertado decidĆ bajar las escaleras y salir de mi casa… el aire fresco me golpeó… y yo seguĆa caliente, huyendo de mi propia casa como si yo fuera un ladrón… aunque la palabra cobarde se me hacĆa mejor definición…
Estuve dando vueltas por la manzana por diez minutos, hasta que sin mÔs decidà volver a casa. Cuando entré, IvÔn estaba sentado en la sala vestido, y mi mujer recién llegaba de la cocina con un vaso de refresco. Llevaba puesto un pantalón de mezclilla y una blusa blanca muy ajustada. Cuando me vieron entrar ambos se miraron con complicidad y luego observÔndome sonrieron, Sandra asustada, pero IvÔn en tono burlón.
—Hola, mi amor, hola IvĆ”n—dije por fin.
Sandra se acercó a mĆ y me besó fugazmente, mientras IvĆ”n reĆa en lo bajo.
—No sabĆa que estabas aquĆ—mentĆ dirigiĆ©ndome a mi “amigo”
—SĆ, pues la verdad es que vine a intentar arreglar un programa en la computadora de Sandra, ya sabes ¿no?
Era cĆnico. En mis narices evaluó a mi mujer de arriba a bajo, como si la volviera a desear. Yo fingĆ no darme cuenta.
—SĆ, claro. Eh, y ¿Beto? —preguntĆ©.
—IvĆ”n lo llevó a casa de su hermana, ya vez que el sobrino de IvĆ”n es muy amiguito de Beto—respondió mi mujer tartamudeando.
Sandra se comportó como si nada hubiera pasado.
IvĆ”n se despidió estrechĆ”ndome su mano y luego me dijo…
—¿Sabes? TodavĆa falta que le “meta” algo mĆ”s al aparato de tĆŗ mujer, ¿verdad Sandra?
Mi mujer habĆa empalidecido mientras IvĆ”n volvĆa a reĆr con ironĆa…
—Espero no te moleste, mi buen Roberto.
—Claro que no—le dije finalmente sintiendo un dolor de estómago—, esta es tu casa y puedes venir cuantas veces quieras. MĆ©tele lo que haga falta—dije mirando a mi mujer, en tono frĆo mientras yo me sentĆa calentar por dentro.
IvÔn rió de nuevo.
—Claro. TĆŗ despreocĆŗpate. Sandra nunca se ha quejado—y esta vez se carcajeó—, al contrario, entre mĆ”s le meto y le meto y le recontra meto (programas) —aclaró con cinismo, como si yo no supiera a lo que Ć©l se referĆa—, ella con mucha mĆ”s alegrĆa grita…. DiciĆ©ndome lo bien que lo hago.
—Debiste de ser informĆ”tico—dije con sarcasmo.
—SĆ. claro—respondió frunciendo el ceƱo—, me voy. Nos vemos luego, “Sandrita”
En ese instante me girĆ© rumbo al control remoto, total, ya me habĆa despedido, sin embargo, por el reflejo del televisor plasma, vi que a mi espalda IvĆ”n besaba a mi mujer con pasión, y luego girĆ”ndose a mĆ, me levantaba el tercer dedo de la mano derecha como diciĆ©ndome (donde te quepa, cornudo) y se fue.
Al anochecer, Sandra me ofreció el tradicional licuado para dormir bien, y poder despertar perfecto, y la verdad es que funcionaba, todas las maƱanas me levantaba con mucha energĆa.
Cuando Sandra salió a ver si nuestro hijo estaba durmiendo, no pude evitar ir al baƱo de la recamara y revisar el estante de la basura, allĆ deberĆa de haber una prueba… ¿Aunque para quĆ© me servirĆa si no iba a ser capaz de nada? En un testereo se me volteó el vaso con el liquido, al inodoro, y es que estaba tan nervioso que ya no sabĆa quĆ© mas hacer. CorrĆ otra vez a la recamara y me acostĆ© dejando el vaso allĆ, vacĆo.
—¿Ya te lo Bebiste amor? —me preguntó mi mujer con sorpresa, y luego me besó diciendo que me amaba, ya que Ćŗltimamente yo llegaba bastante cansado como para poder hacer el amor con ella…
Y ahora entendĆa porque a ella, ya no le importaba que le metiera mis 16 cm de pene.
No podĆa dormir, y para acabarla no me habĆa bebido el dichoso licuado para el sueƱo…. Maldición.
Sin embargo algo extraƱo me despertó de entre mi sueƱo…
Sandra se habĆa levantado de mi cama y se habĆa dirigido al baƱo… decidĆ no moverme, asĆ duró ella como diez minutos allĆ dentro, y yo fingĆ que dormĆa, hasta que por fin salió, y entre la oscuridad se acercó a mĆ (olĆa precioso) y me movió… yo no respondĆ.
Entonces ella salió de mi recamara y yo me decidĆ a salir detrĆ”s de ella…
¡TraĆa puesto un sexy babydoll color rojo! Lo distinguĆ entre la oscuridad y la escasa luz que se proyectaba en la cocina, me escondĆ arriba de la escalera, donde permanecĆa oscuro, ella jamĆ”s me lograrĆa ver, aunque yo a ella sĆ…
Los tacones altos rojos tambiĆ©n me hicieron ver a una completa prostituta… sexy… hermosa….
Entonces ella fue corriendo hasta la puerta de mi casa y …
¡Ohhh! IvĆ”n llegó…
En cuanto Ć©ste entró y cerró la puerta, ella se abalanzó a Ć©l y comenzaron a besarse mientras Ć©l le sobaba las nalgas, gimiendo y agasajĆ”ndose… como dos locos enamorados.
—¡Rico culo, mami! —dijo Ć©l.
—¿Te gusta papi? ‘¡es tuyo…! Cómelo.
Siguieron besĆ”ndose en el vestĆbulo mientras ella gemĆa…
—¡Estas buenĆsima! Aaaaah… ¿Y quĆ©? ¿No te dijo nada Roberto porque me encontró en tu casa luego de haberte cogido?
Ella rió.
—¡No! Y ni se imagina que su mejor amigo me coge todas las noches mientras Ć©l duerme, y en el dĆa, mientras Ć©l trabaja… ¡Y tĆŗ y yo nos divertimos juntos mi amor! ¡Te amo…!
—Siii, yo tambiĆ©n chiquita… ¡¿AsĆ que siguen funcionando las pastillas disolventes que siempre le damos para que duerma?!
Ambos se carcajearon.
Me sentĆ el mĆ”s imbĆ©cil del mundo… ¿ellos me dormĆan? ¿el licuado que Sandra me daba? ¿pero cómo era posible tanto descaro?
—Pues, ven , vamos a ver, no vaya hacer que se despierte—le sugirió ella.
En ese instante me metĆ corriendo y fingĆ que dormĆa.
EscuchĆ© que llegaban a la recamara mientras se acariciaban y se decĆan porquerĆa y media.
Escuchaba lengüetazos, mÔs gemidos, hasta que Sandra le susurró.
—Espera, mi amor, deja ver que Roberto duerma…
Pero al parecer a IvĆ”n poco le importaba la sugerencia de Sandra, porque siguieron los gemidos, y yo por un momento tuve ganas de abrir los ojos, aunque finalmente me contuve, de pronto ella se acercaba a mĆ., me habló y me sacudió, pero yo seguĆ intacto.
IvÔn se carcajeó.
—¡Pobre pendejo! —dijo Ć©l.
—A veces me da lastima—dijo Sandra, casi al mismo tiempo que pestaƱeando, vi que ambos se besaban otra vez…
—¿Lastima? —dijo IvĆ”n acariciĆ”ndole las nalgas mientras se las apachurraba y bramaba—¿Por esa cosa que estĆ” en tu cama? Jajajaja. A poco no te da morbo ser mi amante… que tĆŗ le seas infiel a este puto cornudo…
Ya sabes, Ć©l nos mantiene a los dos, simplificando todo, por eso no te has divorciado de Ć©l y te has venido conmigo, vamos chiquita, no seas miedosa… asĆ disfrutamos siempre tĆŗ y yo…
—¿Y si alguna vez se entera? —dijo Sandra mientras IvĆ”n le metĆa el dedo por la vagina y ella emitĆa un gritillo.
La pequeƱa lamparita de noche me permitĆa observar con un poco de claridad. Ambos se acariciaban a un costado de mi cama.
—¡No se va a enterar! Es un buey cornudo, chiquita… y si asĆ fuera, pues no te preocupes, tu querido marido siempre me ha tenido miedo, Ć©l ya sabe que a todas sus novias las he cogido, y eso siempre me hizo sentir mĆ”s hombre… me encantaba humillarlo, y si Ć©l supiera lo cornudo que es, no me quedarĆa mĆ”s remedio que romperle la cara a golpes, hasta que acepte ser un pobre sumiso que acate nuestras ordenes… Ć©l pagarnos por cogernos tĆŗ y yo…
—¡Por eso me encantas, mi amor… ¡Me fascinas y me excitas cuando hablas asĆ!
Algo raro sentĆa en mi pecho,,, no estaba molesto ni asustado, sino.,… excitado… ¿Por quĆ©?
Mientras se acariciaban Ć©l decĆa.
—¿Y sabes quĆ©? Soy capaz de ahorita despertarlo y decirle todo… serĆa mejor que fuera nuestro esclavo y nos tenga a los dos como reyes…
—¿Y que le dirĆas eh, traviesito?
—Pues empezarĆa por contarle que antes de tu boda con Ć©l, yo te abrĆ el hoyo primero, y que somos amantes desde que ambos eran novios… y que… mmm, todas nuestras cochinaditas que hemos hecho a su espalda, las veces que lo hemos emborrachado para coger en paz, las veces que yo he estado aquĆ, y mientras Ć©l se baƱa tu y yo nos divertimos juntos…. o cuando lo tirĆ© “accidentalmente “de la moto—rompió en carcajadas—, ¿te acuerdas? Tu marido se torció la pierna, y mientras Ć©l gritaba de dolor en el hospital, tĆŗ gritabas como perra en celo de placer en esta cama mientras yo te metĆa mi pito, ¿verdad mami…?
—¡Eres perverso…!—lo apremió ella mientras le sacaba la camisa y le chupaba el cuello y el abdomen…
—¡¿Dices que desde entonces le cuesta trabajo que se le pare su miseria de verga? ! —preguntó Ć©l.
—SĆ— dijo ella gimiendo. IvĆ”n seguĆa jugando con su dedo dentro de la vagina de Sandra—, yo lo notĆ©… ya no son iguales sus erecciones… ¿estarĆ”s contento no, diablillo?
Ćl se volvió a carcajear.
—Jajajaja. Me alegro, asĆ ya tienes una excusa mĆ”s para ponerle los cuernos… aunque de todos modos con esa pequeƱa cosa ¿quĆ© placer puede darte? ¿a que nunca sentiste con Ć©l lo mismo que conmigo? ¡Mi pito si te clava mi amor…! Y la de tu puto cornudo no sirve para nada, es un pinche perro…
Riendo burlĆ”ndose de mĆ, y luego le dijo:
—O como hoy por ejemplo… ¿Le gustó la sopa de arroz? —rompió en carcajadas IvĆ”n una vez mĆ”s— jajajaja ¿SabrĆ” que en todas las comidas que tĆŗ haces Ć©l traga de mis mecos y mis orines?
Jajajajaja.
Se desnudaron mientras mi pene casi reventaba de lo excitado que estaba…
—Mientras tanto cojamos rico… aquĆ, junto a Ć©l, en la camita…
Cerraron la puerta y se lazaron contra la cama y cogieron como salvajes… y en cada envestida Ć©l gritaba…
—¡Puto, cornudo…! ¡Mira como me la hecho en tus narices perro de mierda!
Y ella…
—¡MĆ©temela! ¡Mas, mĆ”s cabronzote! MĆ©teme esa verga grande y jugosa… y Ć©chame tus mecos en mi concha… quiero un hijo tuyo, y que mi perro esposo lo mantenga como si fuera de Ć©l…
Gritos, gemidos, de vez en cuando sentĆa que IvĆ”n me golpeaba la cara con su verga mientras Sandra reĆa, luego sentĆ cómo me pusieron boca abajo e IvĆ”n colocaba a Sandra encima de mi espalda cogiendo como perros en celo arriba de mĆ…
—¡QuĆ© pastillas tan mĆ”s efectivas! —gritó IvĆ”n entre sus embestidas—, ni modo… eres cornudo por buey…
Y se burlaron de mĆ…
Cogieron por mucho rato, al parecer se baƱaron juntos y continuaron manteniendo relaciones sexuales allĆ en la tina del baƱo… se escuchaban sus jueguitos, gritos, chupeteos, palabras como “Cógeme” “Papi” “MĆ”ssss” “toma perrita” “ChĆŗpamela…” “Ahhh”
Esa noche fue la mĆ”s larga de mi vida, y a pesar de todo, la mĆ”s excitante…
No fue la Ćŗltima…